A nivel socio-jurídico post-separación conyugal,
existe una concepción minimalista de la paternidad, una ausencia
de padre, que desacredita su presencia en las familias rotas, las cuales
son arbitrariamente llamadas familias monoparentales.
La ruptura conyugal no desvincula a los hijos, pero, esta
aseveración que totaliza una evidencia, es profundamente deformada
desde la práctica jurídica, en base a la instrumentalización
del Derecho. De esta forma el padre vivencia su propia decadencia, situación
que en ocasiones se produce paulatinamente y en otras de forma muy abrupta.
En esta fase debe preguntarse ¿quién soy yo después
de un quiebre conyugal y/o de pareja ? probablemente se responde a sí
mismo: soy una aproximación monetaria.
En este sentido, la problemática que vivencia la
paternidad no custodia para plasmar el ejercicio de sus funciones nutritivas
y normativas post-separación conyugal, alude a la infravaloración
que afecta fundamentalmente el padre tras la pérdida parcial y/o
total de sus derechos, como consecuencia de las secuelas disociadoras,
que proceden del actual marco jurídico que ampara a la tuición
monoparental y asimismo, de las manipulaciones perversas orientadas a
las falsas acusaciones de abuso sexual y de los diversos comportamientos
alienadores del Síndrome de Alienación parental, que confluyen
en verdaderas parentectomías, cuyo objetivo final es la obstrucción
del vinculo afectivo paterno-filial.
Marginar a uno de los progenitores en la crianza y educación
de los hijos, impidiéndoles la entrega cognitiva y afectiva, y
excluyendolos como referentes socializadores y modelos conductuales, constituye
un quiebre a la sociedad en consideración a la incidencia cuantitativa
y el efecto cualitativo que ejerce esta problemática en el desarrollo
posterior de sus miembros. Es asimismo, un quiebre a la dinámica
interaccional de la familia post-separación conyugal y una herida
que se infringe a los niños cuyos derechos se conculcan, cuando
en los juicios por custodia y curiosamente en interés y mejor
bienestar del niño uno de los progenitores adquiere la custodia
y el otro progenitor queda sujeto a un régimen de visitas y a la
prestación de auxilio económico.
Pienso y siento, que ser padre es un suceso que configura
al hombre como tal, pero la paternidad es un proceso de construcción
permanente a lo largo de la vida y es imperativo como sociedad enriquecer
este proceso desde su propia potencialidad como persona y como modelo
generacional, lo que invoca la necesidad de proteger, valorar y fortalecer
su rol en nuestros hijos, dado que cuando faltan ambos roles, la familia
se desdibuja.
Si bien es cierto, la ausencia de padre es una pérdida
para el hijo, el gran perdedor es el padre y es en la instancia de la
disolución de la pareja, cuando el padre experiencia no sólo
la finalización de un propósito de vida 'la familia', sino
el el ocaso de su paternidad.
M. Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias
de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.
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