Amiga,
Tú sabes cuáles fueron las circunstancias que me impidieron
estar a tu lado el tiempo que hubiese querido, pero, debo admitir que
tampoco tuve el coraje en tus últimos días, para seguir
la recta final de ese nefasto cáncer que se instaló en tu
vida. Cáncer que no devoró tu espíritu, porque dijiste
" esta enfermedad fue lo mejor que me pudo pasar en la vida".
Frente al dolor y a la aceptación incondicional, que te permitió
reparar aspectos de tu vida, hoy eres alma, un alma lograda con el esfuerzo
que marcó tu vida y que te convierte en presencia junto a otras
de ese mundo intangible y desconocido, que me deja la tarea de reflexionar
y filtrar el tema de la muerte.
Muchas personas hablan de que ese gran misterio las acompaña como
una especie de hermandad. Personalmente y la verdad de frente, creo que
no dialogo con ella, más bien tomo conciencia que me provoca el
más grande de los escapes, porque siento que no alcanzamos a ser
cuando ya no estamos.
María Teresa nuestra amiga en común "las tres mosqueteras"
cuando te visitó por última vez, me confidenció que
me querías mucho. Gracias mil, yo también puedo decirte
con ternura y acogiéndote con mis brazos abiertos, que fuiste importante
y querida para mi.
Al comienzo y frente a tu eventual partida me atemoricé, no te
lo hice notar, pero, te confidencié en un coloquio, que para poder
ayudarte espiritualmente tenía que contactar a la Divina Presencia.
No sabía cómo hacerlo, así que decidí comunicarme
con un estilo que me hiciera sentido para unirme a ti y ayudarte a trascender
esa lacerante enfermedad que respeté sin nombrarla, mientras tú
no lo hicieras.
Días previos a tu ausencia definitiva, cuando oré silenciosa
y hondamente por ti, fue el momento en que realmente sentí que
hacía puentes para que transitaras por el camino de la luz. Sé,
que ahí estuve contigo.
El hermoso regalo que dejaste como herencia para mi, fue retornar al
camino del Padre.
Hoy, ya no eres ese alto, hermoso y distinguido perfil humano que yo
reconocía como especial porque eras mi amiga. Qué extraño,
tu partida conmovió mi corazón por la nobleza de tus sentimientos
y egoístamente por tu ausencia, pero ahora me siento desalentada,
desencantada, y me pregunto ¿ Cuando las personas se han querido,
la pérdida física se convierte en encuentro espiritual?
Pareciera ser que sí, de alguna forma alinea los sentimientos,
porque en ocasiones retorna tu imagen a mi mente y percibo que el afecto
prodigado me abraza. ¿Será porque me estás tocando
con la energía de tu esencia? Ojalá siempre sienta ese llamado
porque quiero pensar en ti para que no te pierdas en el ajetreo de mi
vida.
Tantos períodos acompañados, tantas risas y algunos llantos,
muchos encuentros y muy escasos desencuentros, conversaciones plenas de
añoranzas y ese vibrante amasijo de cariño, atenciones y
también soledades vividas en familia.
Por todo y quizás también por aquello que no logré
entender, mi alma brinda por la altura de tu gentileza amorosa y deseo
que la alegría rebalse ese corazón que presentí nostálgico,
con dolores íntimos y con algunos espacios vacíos.
Amiga, desde este espacio terreno te digo con todo mi amor, que siempre
siempre estarás en el corazón de mi espíritu.
Tu amiga,
Guisella
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