¿ JÓVENES SIN UTOPÍA?  (Marzo, 2006)

 

La familia interpreta  conceptos desde la vertiente antropológica, filosófica, sociológica, jurídica, etc.,  pero, dista mucho de  estas dilucidaciones, dada las diversas tipologías emergentes que la clasifican y que la configuran como realidad cultural validada por nuestro entorno sociológico  y el de otros países. 

En lo esencial, la familia es nuestro referente  dinamizador  del ciclo  histórico y exponente del ciclo temporo espacial  que vivimos y  como constelación dinámica, refleja los diversos procesos multiculturales que se han entronizado en su interior, producto del acercamiento planetario  y/o de la integración de la mecánica operacional de la globalización societal. 

En este sentido y desde mi percepción,  la gran ventana que desintegró fronteras y nos abrió a la corriente mundial, fue mayo del 68 (Francia). Jóvenes luchando contra lo establecido, contra las jerarquías, contra la autoridad paternal, siendo el slogan abajo el padre, el incentivo del descuido paterno. 

Décadas posteriores, Marzo del 2002, (Francia)  la entonces Ministra de la Familia Segolène Royal, reformuló la autoridad parental y el padre recupera su lugar dado que la tramitación del proyecto permitió el establecimiento de un sistema de alternancia bi-semanal  en el contexto de la familia disuelta, vale decir, el régimen de tuición compartida.  Espectacular vuelco para Europa.

Paralelamente en el tiempo,  hemos sido actores presenciales de  la revolución  y del desarrollo científico que se ha plasmado en la tecnología diaria de la cual somos usuarios, y partícipes de los cambios culturales que  se han entronizado en nuestro mundo cotidiano. Estos nuevos giros al instante, así como la tendencia exponencial de la información, pareciera ser que nos han dejado sin capacidad de reflexión y de respuesta.

En este sentido cabe preguntarse, ¿qué nos está pasando a nivel societal?   porque realmente, es casi imposible   leer  diarios, ver la televisión y escuchar noticias, porque se oprime la garganta y se acelera el corazón. El impacto que provoca saber, que nosotros como sociedad hemos creado a un descuartizador,  a madres que abandonan a recién nacidos en los hospitales y no los recuperan,  bebés desechados en zonas eriazas, en basurales, a estudiantes que embisten a sus profesores,  a  personas que sitian y asaltan a familias enteras,  a personas que embisten con perros para  robar, a personas que cortan dedos para sustraer  anillos, a jóvenes furiosos que quiebran, rompen a pedradas todos los avances y acomodos existentes, a jóvenes y algunos adultos adictos a las drogas y al alcohol que chocan indiscriminadamente sin importarles la vida ajena.

¿Estará   operando una especie de narcicismo maligno que  atenta físicamente y violenta psicológicamente al resto  y/o es que el gran bárbaro de la especie nos sigue acechando?

En este mismo tenor e interceptando significados de la vida diaria, me atrevo a decir que estas conductas delictuales son asociativas con las antisociales y cómo no acoplarlas, cuando el comportamiento 4x4" (vehículo todo terreno)  nos invade cotidianamente sin respeto, sin amabilidad, sin criterio sin conciencia de vida y de autocuidado.  Por eso, en el  entremedio cabe preguntarse:

 ¿Qué modelos somos y qué valores entregamos como familia?  ¿hemos perdido la jerarquía socializadora y la autoridad afectiva? ¿no situamos las fronteras desde la infancia?  ¿hemos criado tiranos, hemos abandonado a los niños  y/o hemos descansado en profesionales por no tener tiempo y enseñarles lo nuestro?

El resultado  es panorámico: niños rebeldes y  adultos jóvenes desquiciados y anómicos, producto de una relación intrafamiliar del tipo laissez fair que es acomodaticia.

Este amplio abanico de comportamientos trasgresores refleja una sociedad enferma. Y, si la sociedad está enferma, no dejemos que la familia  siga esta huella,  porque ella simplemente nos remite a nuestros orígenes  porque  somos criaturas engendradas por una pareja. Pero, esta instalación en el vientre desde la particularidad de los afectos, en ocasiones es producto de las turbulencias de la violencia y  desde el deseo insano.   Desde este alcance,  las personas nacidas del abuso, configuran el eje de la  desesperanza ocasionada y son vulnerables por el  abandono padecido  y  por los recuerdos de desamparo que permanecen  insertos en su ADN, constituyendo  el perfecto círculo de repetición generacional de la rabia, del odio y de la destrucción.

Lamentablemente,  el resto de nosotros que nos proyectamos  con un patrón   imbricado de amor y  esperanza, que nos situamos en la norma,  también vivimos en el desamparo  mental,  emocional, afectivo, físico  y en ocasiones legal,  como consecuencia de esos actos depredadores que destruyen a la familia,  que desconsuela a los padres, que destroza a los abuelos  y que entierra tantos proyectos. Esto es lo que podría llamarse "la enfermedad de la pena introducida ".

Los países,  siguen un curso absolutamente parecido al ciclo vital del individuo, se procesa la maduración y se filtra la inmoderación, por tanto, en nuestra patria,  depuremos  la familia en la labor íntegra de no desdeñar a los niños cualquiera sea su umbral, porque  ellos personificarán una juventud con ideales y proyectarán al adulto comprometido con la historia patria y  familiar en base al reconocimiento, respeto y amor  recibido.

Tengamos en claro que no solo hacemos patria y familia sino que somos patria y familia, ya que este  espacio de vida  nos regenera día a día como individuos.

María Guisella Steffen Cáceres

Magíster en Ciencias de la Educación y Licenciada en Familia y Relaciones Humanas