La familia interpreta conceptos
desde la vertiente
antropológica, filosófica, sociológica, jurídica, etc., pero, dista mucho
de estas dilucidaciones, dada las diversas tipologías
emergentes que la clasifican y que la configuran como realidad cultural validada por nuestro entorno
sociológico y el de otros países.
En lo esencial, la familia es nuestro referente dinamizador del ciclo histórico
y exponente del ciclo temporo espacial que vivimos y como constelación
dinámica, refleja
los diversos procesos multiculturales que se han entronizado en su
interior, producto del acercamiento planetario
y/o de la integración de la mecánica operacional de la globalización societal.
En este sentido y desde mi percepción,
la gran ventana que desintegró fronteras y nos abrió a la corriente
mundial, fue mayo del 68 (Francia). Jóvenes luchando contra lo
establecido, contra las jerarquías, contra la autoridad paternal, siendo
el slogan abajo el padre, el incentivo del descuido paterno.
Décadas
posteriores, Marzo del 2002, (Francia) la entonces Ministra de la
Familia Segolène Royal, reformuló la autoridad parental y el padre
recupera su lugar dado que la tramitación del proyecto permitió el
establecimiento de un sistema de alternancia bi-semanal en el contexto de la familia disuelta,
vale decir, el régimen de tuición compartida. Espectacular vuelco
para Europa.
Paralelamente en el tiempo, hemos sido actores presenciales de la revolución y del desarrollo científico que
se ha plasmado en la tecnología diaria de la cual somos usuarios, y
partícipes de los cambios culturales que se han entronizado en nuestro mundo cotidiano.
Estos nuevos giros al instante, así como la tendencia exponencial de la
información, pareciera ser que nos han dejado sin capacidad de reflexión y
de respuesta.
En este sentido cabe preguntarse, ¿qué nos está pasando a nivel societal?
porque realmente, es casi imposible
leer diarios, ver la televisión y escuchar noticias, porque se oprime la garganta y se
acelera el corazón. El impacto que provoca saber, que nosotros como sociedad hemos creado a un
descuartizador, a madres que abandonan a recién nacidos en los hospitales
y no los recuperan, bebés desechados en zonas eriazas, en
basurales, a estudiantes que embisten a sus profesores, a
personas que sitian y asaltan a familias enteras, a personas que
embisten con perros para robar, a personas que cortan dedos para
sustraer anillos, a jóvenes furiosos que quiebran, rompen a pedradas
todos los avances y acomodos existentes, a jóvenes y algunos adultos adictos a las drogas y al alcohol que chocan
indiscriminadamente sin importarles la vida ajena.
¿Estará operando
una especie de narcicismo maligno que atenta físicamente y violenta
psicológicamente al resto y/o es que el gran bárbaro de la especie
nos sigue acechando?
En este mismo tenor e interceptando
significados de la vida diaria, me atrevo a decir que estas conductas
delictuales son asociativas con
las antisociales y cómo no acoplarlas, cuando el comportamiento 4x4"
(vehículo todo terreno) nos invade cotidianamente sin respeto, sin
amabilidad, sin criterio sin conciencia de vida y de autocuidado.
Por eso, en el entremedio cabe preguntarse:
¿Qué modelos somos y qué valores
entregamos como familia? ¿hemos perdido la jerarquía socializadora
y la autoridad afectiva? ¿no situamos las fronteras desde la infancia?
¿hemos criado tiranos, hemos abandonado a los niños y/o hemos
descansado en profesionales por no tener tiempo y enseñarles lo nuestro?
El resultado es panorámico: niños rebeldes y adultos jóvenes
desquiciados y anómicos, producto de una relación intrafamiliar del
tipo laissez fair que es acomodaticia.
Este amplio abanico de
comportamientos trasgresores refleja una sociedad enferma. Y, si la
sociedad está enferma, no dejemos que la familia siga esta huella,
porque ella simplemente nos remite a nuestros orígenes porque
somos criaturas engendradas por una pareja. Pero, esta instalación en el
vientre desde la particularidad de los afectos, en ocasiones es producto
de las turbulencias de la violencia y desde el deseo insano.
Desde este alcance, las personas nacidas del abuso, configuran el
eje de la desesperanza ocasionada y son vulnerables por el
abandono padecido y por los recuerdos de desamparo que
permanecen insertos en su ADN, constituyendo el perfecto
círculo de repetición generacional de la rabia, del odio y de la
destrucción.
Lamentablemente, el resto de nosotros
que nos proyectamos con un patrón imbricado de amor y
esperanza, que nos situamos en la norma, también vivimos en el
desamparo mental, emocional, afectivo, físico y en
ocasiones legal, como consecuencia de esos actos depredadores que
destruyen a la familia, que desconsuela a los padres, que destroza a
los abuelos y que entierra tantos proyectos. Esto es lo que podría
llamarse "la enfermedad de la pena introducida ".
Los países, siguen un curso absolutamente parecido al ciclo vital del
individuo, se procesa la maduración y se filtra la inmoderación, por
tanto, en nuestra patria, depuremos la familia en la labor
íntegra de no desdeñar a los niños cualquiera sea su umbral, porque
ellos personificarán una juventud con ideales y proyectarán al adulto
comprometido con la historia patria y familiar en base al reconocimiento, respeto
y amor recibido.
Tengamos en claro que no solo
hacemos patria y familia sino que somos patria y familia, ya que este
espacio de vida nos regenera día a día como individuos.
María Guisella Steffen Cáceres
Magíster en Ciencias de la Educación y
Licenciada en Familia y Relaciones Humanas
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