MADRE SOLTERISMO   ( AGOSTO 2005)

 

Si hablamos de madre solterismo, estamos distinguiendo desde dos aspiraciones  disparejas.

La primera,  es una construcción desde la  opción personal de la mujer,  frente a la vocación de recrearse en la maternidad. La segunda, está ligada de facto al embarazo adolescente,  que en muchas ocasiones constituye  una imprevisión. Esto establece la gran diferencia con el origen de lo que podríamos considerar y valorar como el  hijo deseado.

No obstante, ambas devienen en madres y en ambos casos, pareciera ser que los transportadores  de semen  tienen la calidad de prestamistas utilitarios errantes.

La mujer soltera autónoma, que decidió su embarazo,  vivencia esta etapa con regocijo e impulsa su futuro en fidelidad con su hijo. Pero, llegamos a un camino que se bifurca dolorosamente, porque aún cuando la pareja de desliz y/o esporádica ' el padre de la criatura'  está filtrando la  posibilidad de su paternidad, es sólo portador, dado que es vedado su ingreso a la relación vinculativa de la madre con el bebé en gestación.

Probablemente a algunas parejas esporádicas, les acomode la situación, pero, curiosamente  he observado en terapia, que la mayoría de ellos quiere acceder a una paternidad responsable a posteriori, pero, es una tramitación compleja, porque la madre sólo accede a que su hijo sea reconocido, pero no compartido. Este comportamiento  auspicia el retroceso de una paternidad gestada desde el proceso reflexionado que lo condiciona afectivamente a la paternidad.

Me pregunto, ¿la maternidad consumada desde estas circunstancias es egoísmo  de la mujer, el hijo viene a rellenar sus carencias afectivas de base, y/o las exigencias sociales se imponen, en consideración a que la mujer es considerada madre desde su identidad social?

En el caso de la adolescente embarazada, su maternidad fue interpuesta y es entendible que  surjan interrogantes abrumadores frente a una situación no planeada que irrumpe y desarticula por un período de tiempo el gran proyecto de su futuro, desconociendo el hecho, que éste se erige desde el presente. 

La  maternidad en la adolescente se afiata,  una vez que siente el apoyo de su familia de origen y relega  la viabilidad de entregar al bebé en adopción (que no siempre es considerado una elección valedera, tanto por ella como por sus padres).

Asimismo, el joven futuro padre, no desea que la niña mujer aborte,  reconoce la filiación, le otorga el apellido a niño, aporta económicamente en la medida de sus esfuerzos y busca la forma de establecerse como padre, aún cuando no configure una estructura de pareja.

No obstante, también he observado en la relación terapéutica con estos adolescentes padres, ya sea de colegio y/o universidad, que sienten mucha lucidez  frente  a la  responsabilidad que adquirieron de por vida, en el plano de la interacción dinámica emocional de ese niño impensado.

Es lastimoso, que en muchas situaciones, la familia de origen de la adolescente se haga carga de ese hijo como un hijo más, en una suerte de reconocimiento limitado. Desde esta perspectiva, la  condición que impone la familia, se basa en la desaparición de por vida del  padre, invistiendo  sólo a la hija, en el ejercicio de la maternidad.

Esta situación la considero malsana y casi perversa porque  inmiscuirse en la vida de dos seres que aún cuando no  se sientan preparados para ser padres, los mismos padres  plasman referentes valóricos  inadecuados, que ausentan la paternidad afectiva.

Me pregunto, ¿cuando los padres de la adolescente embarazada, reclaman al hijo de su hija, los conecta nuevamente  con sus funciones parentales y/o es también una forma de egoísmo para ampliar la familia, mantener el control sobre la hija, preservar  intacto el nombre de una familia feliz?

Me alegra profundamente  la preferencia de la maternidad en la mujer soltera, por cuanto la conecto con la inmensidad del vínculo afectivo con su hijo, a pesar que desde el plano del madre solterismo, la maternidad  se perciba solitaria y recargada de obligaciones.  Su imposición ética, es  validada culturalmente, porque  su posición social como mujer,  la lanza integralmente al estrellado de la maternidad.

Me alegra profundamente, que la adolescente embarazada no aborte y se convierta en madre, a pesar de enfrentar un cúmulo de desaprobaciones  que parecieran no existir, pero perviven en el imaginario  colectivo.  La adolescente tiene tareas que cumplir en su ciclo vital, y saltarse una de ellas, es considerado una falta de conciencia, e improcedente  con la norma y expectativa  social .

Ambas madres son vulnerables, y esta vulnerabilidad transita por la libre propiedad de las iniciativas y/o de las sorpresas desarticuladas que inhiben la voluntariedad de los actos. Asimismo,  esta fragilidad pasa por no entender la legitimidad del otro como persona válida en las decisiones compartidas y en desdeñar la reciprocidad de las lealtades humanas.  

Si  bien es cierto, de  esta forma, convierten  la maternidad en una instancia valiente que desafía las pautas de una familia organizada y jerarquizada por dos presencias, el bebé en gestación y el hijo ya nacido, no entiende de alternativas, disposiciones, ausencias, preferencias,  sólo requiere la conformación de dos rostros que transforme sus giros afectivos en padre y madre.

 Por tanto, me pregunto ¿qué está pasando a nivel societal, que es preferible un hijo uniparental, aún cuando sea concebido de a dos ?.

María Guisella Steffen Cáceres

Magister en Ciencias de la Educación y Licenciada en Familia y Relaciones Humanas