Si hablamos de madre solterismo, estamos
distinguiendo desde dos aspiraciones disparejas.
La primera, es una construcción desde la
opción personal de la mujer, frente a la vocación de recrearse en la
maternidad. La segunda, está ligada de facto al embarazo adolescente,
que en muchas ocasiones constituye una imprevisión. Esto establece
la gran diferencia con el origen de lo que podríamos considerar y valorar
como el hijo deseado.
No obstante, ambas devienen en madres y en ambos
casos, pareciera ser que los transportadores de semen tienen
la calidad de prestamistas utilitarios errantes.
La mujer soltera autónoma, que decidió su embarazo,
vivencia esta etapa con regocijo e impulsa su futuro en fidelidad con su
hijo. Pero, llegamos a un camino que se bifurca dolorosamente, porque aún
cuando la pareja de desliz y/o esporádica ' el padre de la criatura'
está filtrando la posibilidad de su paternidad, es sólo portador,
dado que es vedado su ingreso a la relación vinculativa de la madre con el
bebé en gestación.
Probablemente a algunas parejas esporádicas, les
acomode la situación, pero, curiosamente he observado en terapia,
que la mayoría de ellos quiere acceder a una paternidad responsable a
posteriori, pero, es una tramitación compleja, porque la madre sólo accede
a que su hijo sea reconocido, pero no compartido. Este comportamiento
auspicia el retroceso de una paternidad gestada desde el proceso
reflexionado que lo condiciona afectivamente a la paternidad.
Me pregunto, ¿la maternidad consumada desde estas
circunstancias es egoísmo de la mujer, el hijo viene a rellenar sus
carencias afectivas de base, y/o las exigencias sociales se imponen, en
consideración a que la mujer es considerada madre desde su identidad
social?
En el caso de la adolescente embarazada, su
maternidad fue interpuesta y es entendible que surjan interrogantes
abrumadores frente a una situación no planeada que irrumpe y desarticula
por un período de tiempo el gran proyecto de su futuro, desconociendo el
hecho, que éste se erige desde el presente.
La maternidad en la adolescente se afiata,
una vez que siente el apoyo de su familia de origen y relega la
viabilidad de entregar al bebé en adopción (que no siempre es considerado
una elección valedera, tanto por ella como por sus padres).
Asimismo, el joven futuro padre, no desea que la
niña mujer aborte, reconoce la filiación, le otorga el apellido a
niño, aporta económicamente en la medida de sus esfuerzos y busca la forma
de establecerse como padre, aún cuando no configure una estructura de
pareja.
No obstante, también he observado en la relación
terapéutica con estos adolescentes padres, ya sea de colegio y/o
universidad, que sienten mucha lucidez frente a la
responsabilidad que adquirieron de por vida, en el plano de la interacción
dinámica emocional de ese niño impensado.
Es lastimoso, que en muchas situaciones, la familia
de origen de la adolescente se haga carga de ese hijo como un hijo más, en
una suerte de reconocimiento limitado. Desde esta perspectiva, la
condición que impone la familia, se basa en la desaparición de por vida
del padre, invistiendo sólo a la hija, en el ejercicio de la
maternidad.
Esta situación la considero malsana y casi perversa
porque inmiscuirse en la vida de dos seres que aún cuando no
se sientan preparados para ser padres, los mismos padres plasman
referentes valóricos inadecuados, que ausentan la paternidad
afectiva.
Me pregunto, ¿cuando los padres de la adolescente
embarazada, reclaman al hijo de su hija, los conecta nuevamente con
sus funciones parentales y/o es también una forma de egoísmo para ampliar
la familia, mantener el control sobre la hija, preservar intacto el
nombre de una familia feliz?
Me alegra profundamente la preferencia de la
maternidad en la mujer soltera, por cuanto la conecto con la inmensidad
del vínculo afectivo con su hijo, a pesar que desde el plano del madre
solterismo, la maternidad se perciba solitaria y recargada de
obligaciones. Su imposición ética, es validada culturalmente,
porque su posición social como mujer, la lanza integralmente
al estrellado de la maternidad.
Me alegra profundamente, que la adolescente
embarazada no aborte y se convierta en madre, a pesar de enfrentar un
cúmulo de desaprobaciones que parecieran no existir, pero perviven
en el imaginario colectivo. La adolescente tiene tareas que
cumplir en su ciclo vital, y saltarse una de ellas, es considerado una
falta de conciencia, e improcedente con la norma y expectativa
social .
Ambas madres son vulnerables, y esta vulnerabilidad
transita por la libre propiedad de las iniciativas y/o de las sorpresas
desarticuladas que inhiben la voluntariedad de los actos. Asimismo,
esta fragilidad pasa por no entender la legitimidad del otro como persona
válida en las decisiones compartidas y en desdeñar la reciprocidad de las
lealtades humanas.
Si bien es cierto, de esta forma,
convierten la maternidad en una instancia valiente que desafía las
pautas de una familia organizada y jerarquizada por dos presencias, el
bebé en gestación y el hijo ya nacido, no entiende de alternativas,
disposiciones, ausencias, preferencias, sólo requiere la
conformación de dos rostros que transforme sus giros afectivos en padre y
madre.
Por tanto, me pregunto ¿qué está pasando a
nivel societal, que es preferible un hijo uniparental, aún cuando sea
concebido de a dos ?.
María Guisella Steffen Cáceres
Magister
en Ciencias de la Educación y Licenciada en Familia y Relaciones Humanas
|