LA PARTIDA DE LOS PADRES (Mayo,  2005)

No me cabe duda que somos pasajeros en tránsito ya que desde mi perspectiva, el ciclo de la vida se inicia porque se muere en el cielo para nacer a la vida y se muere en la vida para nacer en el cielo. Este ir y venir  restaura la esencia personal y creo que las grandes almas santificadas son ángeles guardianes que nos acompañan a nosotros, los caminantes.  Esta reflexión muy íntima,  serena mi espíritu frente a la partida de los míos.

No sé el motivo, pero nuestros padres adquieren en lo íntimo una connotación de inmortalidad porque son nuestros papás. Nos invade tal vez la imperiosa e inconsciente sensación  de que ellos quizás, en un tiempo muy lejano, despegarán de nuestro lado. Pero, de repente  llega el día con hora incluida en que nos abandonan y seamos niños o grandes, quedamos huérfanos y experimentamos la sensación de perder ese manto protector 'la eterna cobijita de la infancia' porque tenemos que cortar las amarras, dejarlos partir y soltarlos desde la mente para cobijarlos en el corazón de los afectos.

El suceso de la muerte es incomparable,  porque entra en el dominio singular de  la persona humana. Puede presentarse en cualquier etapa del ciclo, pero, pareciera ser que  culturalmente es más entendida y aceptada la partida cuando se es muy longevo y más aún cuando es predicha. Lamentablemente, este aviso previo  conduce al  amargo  consuelo amistoso y a veces compartido ligeramente: 'era mejor,  se cumplió una etapa,  era innecesario el sufrimiento' pero ¿qué hacer con el vacío, la añoranza, la tristeza frente al destierro?.

Con nuestros padres ancianos, depende sólo de nosotros el cómo vivir el proceso de la ausencia notificada y este ha sido el camino recorrido con papá y mamá. Este adiós es tan legítimo como otros,  porque  el instante mismo del último estertor transforma,  se adquiere otro estado de conciencia, se despierta el eco de las palabras término, nunca más. Esto es y no es entendible, porque de lo contrario no quedarían rebotando  en la mente, para darnos cuenta que ya no tenemos tutela y que tampoco tutelamos.

 A partir de la sacudida inicial mezcla de desamparo e incredulidad,  nos dice la familia, los amigos y la costumbre colectiva, que es requisito para nuestra salud mental hacer un buen duelo porque nos enfrentamos a una pérdida. Si bien es cierto este proceso atraviesa etapas (lo entiendo intelectualmente, lo he vivenciado) pero, he llegado a la conclusión que más que detenernos para negar, rabiar, llorar, culparse, aceptar, lo más restaurador  es recordar los buenos y malos intervalos en relación con la persona querida. Experimentarse desde esos interludios nos entrega una nueva mirada, más amplia y reconciliadora de sucesos que a veces limitaron y/o enriquecieron nuestra propia vida. Por eso también esta crisis nos cambia y las lágrimas acompañantes, consuelan la pena, reconfortan la ausencia y rocían el alma dolida.

Tuve el privilegio de asistir a ambos en el momento del abandono físico y son lecciones a fuego. Yo ya soy huérfana total desde el 29 de Abril porque despedí a mamá, quien era el último eslabón de los que me antecedieron. Mamá y papá tienen otro domicilio, viven en la calle  nueva vida, su número es el gozo, habitan  una morada de varios pisos plenos de alegría,  en cuyas dormitorios luminosos descansan  la armonía, la plenitud, la felicidad y la esperanza de los reencuentros amorosos.

En homenaje a mis padres,  quienes me prodigaron en el vivir y en el morir,  procuraré entonces que mi equipaje diario esté atiborrado de hermosos regalos;  saludos cariñosos, grandes abrazos compartidos,  presencia  y  voz  respetuosa,  regalar ternura y comprensión a la familia,  gozar de la amistad,  brindar por estar en este mundo tan bello y  ser el turista más alegre en esta existencia que me tocó vivir. Deseo que estos tesoros siempre estén en mi  maleta para que cuando vuele al cielo del Padre,  pueda cerrarla e identificarla como: 'mis más apreciados recuerdos de vida'.

 María Guisella Steffen Cáceres

Magister en Ciencias de la Educación con Mención en Relaciones Humanas y Familia y Licenciada en Familia

  

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