A pesar de tantas situaciones
similares post-separación conyugal y/o vinculación afectiva,
siento que cada una de ellas se envuelve con un manto tan único,
aspecto que las torna especiales. Cada vez que percibo el solapado y en
ocasiones descarado Síndrome de Alienación Parental, reflexiono
sobre esta gran tragedia, que ataca el fondo de la mente y las emociones
del niño. Esto me provoca una lástima infinita por la niñez
y por su evolución futura, la adultez.
Esto también me
motiva reflexiones respecto de la congoja que agobia a padres y madres,
personas que una vez se amaron profundamente, que sintieron el embeleso
y la alegría por la llegada de ese hijo deseado que dibujó
la nobleza del amor, pero, que post vinculación erosionaron a través
de comportamientos cercanos a la bajeza de los sentimientos.
Esta desvinculación
como pareja, señala el espectro de padres y madres que se han enfrentado
a lo inaudito, un hijo invisible para el alma dolida de un padre/madre
visible.
Esta pérdida filial
define desde varios ángulos, cómo la paternidad/maternidad
va resintiendo el desgaste de su ejercicio afectivo-socializador, el detrimento
de sus derechos y la denegación de la relación, derivado
de la ausencia de su presencia activa y amorosa en la cotidianeidad de
la nueva relación parento-filial que se establece post-separación
de la pareja.
El luto que llevan en el
alma, es sentido siempre, por uno de los padres, quienes paulatinamente
en el curso de los matices y del ritmo alienador no sólo son excluidos
del lazo emocional con el hijo, sino que se convierten en sujetos indignos,
excluidos, acosados, renegados, abusados y secuestrados. Este proceso
dinámico es ejecutado tanto por el alienador y su familia, como
por la distancia impuesta, (generada en ocasiones por la sentencia judicial
emanada por los tribunales de menores).
También se consignan
grados alienadores ejecutados desde los hermanos mayores (adolescentes)
quienes han sido largamente programados y por tanto, su propósito
es unificar la dinámica intrafamiliar y manifestar ostentosamente
la lealtad al progenitor a cargo. Para este efecto, provocan giros de
hostilidad orientados al progenitor no custodio para compartir la negación
y el desafuero del progenitor no custodio. Estos sentimientos inculcados
desde la niñez, internalizan el daño, pero, lo vivencian
como una realidad concreta, motivo que les impide distinguir entre la
autenticidad y la afectación de los sentimientos.
Han dejado de ser niños,
cuando eran niños. ¿Es posible un daño mayor?
Entre los indicadores severos
que restringen el núcleo afectivo de padres e hijos, es posible
reconocer algunos que son infinitamente perversos, por su grado penetrador,
porque en corto tiempo va descendiendo desde el impedimento del contacto,
a la obstrucción del vínculo para finalizar con la destrucción
de la relación parento-filial. Estos indicadores están radicados
en las visitas 'contacto directo y regular como se le denomina en Chile'.
1.- Alude a las visitas
radicadas en los tribunales de menores, las que atentan contra el interés
superior del niño y contra los derechos parentales, al exponerlos
a ambos, en un contexto artificioso y reduccionista en tiempo y espacio,
situación que imposibilita forjar un clima de encuentro y que más
bien potencia el enturbamiento del afecto. Esta situación nos sitúa
en presencia de una paternidad/maternidad indigna.
2.- Alude a las visitas
realizadas en compañía de uno de los padres quienes no dejan
entablar una relación coloquial intimista, acechando la relación
como verdaderos guardianes. ¿Es posible una mirada, un abrazo,
una caricia, una conversación en estas circunstancias? Me temo
que no, porque el mismo niño se niega a las muestras de afecto
para no enojar al progenitor custodio. Estamos en presencia del origen
del programa alienador "probar el grado de lealtad" del hijo.
Esta situación nos sitúa en presencia de una paternidad/maternidad
excluida.
3.- Alude a las visitas
forzadas que deben cumplirse por sentencia y solicitadas reiteradamente
por los padres. Los niños llegan a la Comisaría de la Familia
y/o a un lugar transicional, donde dan muestra de histeria, mudez, rabia,
y maltratan de palabras al progenitor. Estamos en presencia de una paternidad/maternidad
renegada porque los niños presentan un grado de alienación
mediana y severa.
4.- Alude a la interferencia
crónica en el contacto con el hijo, por medio de incumplimientos
legales (enfermedad fabricada del niño, actividades extra programáticas,
cumpleaños, etc) y cambios de residencia con lo que tenemos a un
niño alienado de grado medio-severo, dado que supuestamente interpreta
que el padre no desea verlo. Esta situación inicia el suceso del
impedimento del contacto y nos sitúa de frente a una paternidad
y/o maternidad acosada.
5.- Alude al contexto de
ampliación de visitas solicitas por uno de los progenitores. De
los casos registrados en consulta, todos los padres han sufrido posteriormente
a esta petición, una demanda por abusos deshonestos y falsas acusaciones
de abuso sexual. Si bien es cierto los vectores propulsores de la falsa
denuncia de abuso y de cualquier tipo de práctica deshonesta, son
producto del interjuego entre una serie de variables como la pérdida
del poder, control, la rabia y la venganza, la carencia de estima, los
celos, etc, percibo que cada día es más frecuente asociarla
con el sistema de visitas, el cual opera como detonante de estas emociones,
que se encubren como las fortalezas del amor y del cuidado.
Esta situación procesa la obstrucción del vínculo,
dado que el niño tiene un grado severo de alienación, con
lo cual el lazo-paterno filial se difumina totalmente. Esta situación
nos sitúa frente a una paternidad /maternidad abusada.
6.- Alude al finiquito
de las visitas cuando la realización de ellas es impensable e imposible,
dado que los niños han sido abducidos físicamente, con los
cual se sella el curso final de la relación parento-filial, porque
se destruye el vínculo de por vida. Esta situación nos sitúa
frente a una paternidad/maternidad secuestrada.
Lamentablemente, todo lo
anteriormente expuesto es realidad, una realidad que proviene de un desorden
mental y es desconocida en nuestro país. Porque si realmente existiera
la intencionalidad de precisar el Síndrome de Alienación
Parental, todos los jueces y abogados de familia (no sé si existen)
darían la cara frente a la familia y frente a la sociedad toda.
En el ahora, cuando los
Tribunales de la Familia están siendo colapsados por el multidestino
de las causas de menores, deseo fervientemente que los especialistas en
el tema seamos consultados en esta instancia, porque la familia, cualquiera
sea el tipo de constelación y su subsecuente relación dinámica
interaccional, merece ser resguardada y recreada por la legislación,
sus instituciones y profesionales.
Los chilenos estaríamos
agradecidos de poder seguir siendo padres/madres de nuestros propios hijos.
María
Guisella Steffen Cáceres
Magíster en Ciencias de la Educación y Licenciada en Relaciones
Humanas y Familia
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