Desde los padres
La tuición monoparental y/o exclusiva, engendra
el uso indiscriminado del poder y del control del custodio sobre el no
custodio. Estas representaciones escinden la relación coparental
previa, excluye las funciones de la paternidad, se fractura la reciprocidad
de roles y desde este contexto, es posible la emergencia de una paternidad
casual periférica y/o en tránsito.
El nuevo padre, toma conciencia que el Derecho y los tribunales
de menores no han sido permeados por los cambios socioculturales, hecho
que se evidencia porque la práctica jurídica no lo considera
competente post-separación conyugal, y desde este desapoderamiento
de sus derechos, experimenta una especie de muerte virtual en correlato
con la orfandad del hijo.
A su vez, la petición de custodia, se confunde
con el machismo patriarcal, dado que la paternidad no se asocia con la
identidad social como en el caso de la maternidad, aspectos que permiten
establecer que aún persisten en el imaginario colectivo las atribuciones
culturales asignadas a cada sexo.
Es observable que la extorsión materna y el enfoque
matrilineal son el eje decidor del criterio judicial, que dinamita la
proyección de una paternidad permutable (con sus derechos conculcados
y deperfilamiento de su rol psicoafectivo) y una paternidad excluida (que
toma conciencia de su infravaloración y difuminación de
su presencia psicosocial).
Pero, la maduración de la paternidad nueva exige
ser una presencia continua en la vida de sus hijos, y es por esto, que
las grietas de la tuición monoparental, construye surcos de desconsuelo
en el corazón de padres e hijos.
¿Vale la pena quedarnos sin padre?
M. Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias
de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia
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