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FAMILIA
Desde mi perspectiva, me gusta definir a la familia como el Gran Útero de la Vida....porque nos cobija, nos nutre, nos desarrolla, nos perfecciona y aún cuando nos libere para ser en libertad, su huella queda en nuestro corazón.
Esta huella como morada, nos permite retornar siempre al vínculo primario del bebé, a la simplicidad y consuelo del niño interno, a la exuberancia de la adolescencia, al vigor del vuelo iniciático del adulto joven, para ser adultos comprometidos con nuestra propia trayectoria y tutelar la vejez de nuestros padres, tanto en tiempos de gozo como de pesadumbre.

Esta huella la compartimos con nuestros hijos, al donarles nuestras experiencias y vivencias, a través de las cuales construimos en complicidad esa historia familiar que nos es tan querida, por ser la casa del apego y de la querencia incondicional.

Esta huella a su vez, nuestros hijos la prolongan en sus hijos, en el ritmo de las enseñanzas y en la cadencia de los afectos, y así, infinitamente se seguirán moldeando los hijos de nuestro linaje.

De esta forma, unos a otros envolvemos nuestras huellas en la cadena gratuita del amor y conformamos la gran Familia Humana.

En este contenido, las políticas sociojurídicas deben ser sostenedoras de la familia rota, para que padre y madre puedan coparticipar parentalmente, en consideración a los hijos, quiénes tienen el derecho a la afectividad imperecedera y al rol socializador suministrado por sus dos figuras parentales. A su vez, el proceso de avance evolutivo del hijo obedece substancialmente a la asociación entre sus progenitores y de su capacidad colaborativa, aspectos que comprometen el esfuerzo de ambos para convertirse en aliados parentales y en modelos solidarios para armonizar y estabilizar el desarrollo bio-psico-social del niño, post separación conyugal.

Contextualmente, la propuesta por el modelo coparental post separación conyugal se cimenta, en que permite el sostenimiento del lazo parento-filial, la obligación económica dual, la reducción del alejamiento paternal, la disminución de la sobrecarga del maternaje y la separatividad entre parentalidad y conyugalidad.

Estas motivaciones deberían forjar la reconstrucción de la pareja coparental post-separación conyugal, dado que más allá del cataclismo de la ruptura que experimenta la pareja marital y del conflicto interparental, a ambos ex cónyuges, les corresponde sensibilizarse frente al hecho irrefutable, de que sostendrán de por vida, sólidas obligaciones de continuidad coparental, en base al irrestricto respeto y valoración del hijo como persona y sujeto de derecho.