El vínculo paterno-filial como consecuencia de la disolución
conyugal y/o de pareja, conecta a padres e hijos con el suceso del antes
y con el proceso del después de la dinámica relacional socio
afectiva.
Este cimiento despliega el
efecto
mariposa, que
traduce la
experiencia filial frecuente, de que al ser amparado
por el amor y temor paternal, profita de su paciencia y de su afecto con
conductas orientadas a logros y demandas que no siempre pueden
concretarse. A su vez, el padre vivencia la angustia
y el resentimiento del hijo como emanación del devastador sistema de ausencias
y encuentros y frente a sus peticiones y/o exigencias, queda inerme
y normalmente consiente, con lo cual instala un interjuego
colusivo que es malsano por la intensidad de la culpa compartida.
( El hijo mientras menos acceso tiene al padre, tiende a culpabilizarlo
del abandono y el padre se culpabiliza por la separación y el desamparo
al que expuso al hijo).
Por tanto, los estados ansiógenos que vivencian padres
e hijos en esta instancia tan peculiar ' visitas' se interconectan
con la extraña percepción que sufren frente a este nuevo acoplamiento
vincular, que traduce la experiencia física de estar juntos en el
estrecho confín emocional y situacional de las visitas,
para retomar un retazo del hermoso cuento de era una vez una
familia, conjuntamente con la conmoción de ser padres e hijos
ajustados a horarios pre- decretados.
El concepto tradicional régimen de visitas
y la emergente frase sustituyente ' contacto directo y regular con
el niño' de ningún modo podrá garantizar la esencia de la cercanía
cotidiana, del nudo cariñoso y del apego real. Este elaborado nuevo
concepto no supera al anterior, e incluso tiene una connotación
tristemente ajena, porque sugiere un niño genérico y
no al hijo real, sujeto digno de la gratitud amorosa interparental.
Este énfasis del considerando
legal, produce un dramático quiebre en la vinculación y configura
una vivencia dolorosa e indigna. Para efecto de proyectar una comprensión
más plena y analítica de esta incongruencia interaccional
en la relaciones paterno-filiales, me permito clarificar este rito
de peaje, ¡visitas¡ a través de cifras, climas
y matices emergentes desde una investigación realizada, orientada
al modelo coparental post-separación conyugal.
En este contexto, y orientado
al perfil de la paternidad afectiva actual, las visitas
constituyen una instancia que se registra como base del recurso
proveedor. Esta limitación económica (81.25%), despersonaliza la
relación ( 72.50%), provoca dolor por la pérdida afectiva diaria (97.50%)
y tristeza por el alejamiento (78.75%) lo que genera procesos
sindrómicos tales como el Síndrome de Padre Destruido, porque se desvinculan
emocionalmente (96,25%) incitando el Síndrome de Ausencia Involuntaria
de los Hijos, cuadros que resumen la constelación de síntomas
que experimenta el padre, y que a su vez, conculcan el
derecho del niño, que exige la presencia paterna en un (96.25%)
,
Desde la toma de conciencia sociojurídica,
se verifica que las visitas atentan contra la dignidad de padres
e hijos, (90.00%), en especial por las falsas denuncias de abuso
sexual orientadas al padre ( 96.25%), que configuran un abuso psicológico
al niño (100%). En sí misma, la visita genera emociones mezcladas
(75.05%) estimulando estados de alta intranquilidad porque se realizan
en un clima artificial (71.05%), precario en contención nutritiva
(92.11%), lo que atenta contra los derechos del niño (96.25%). Además,
por su naturaleza cortoplacista, desafía la función normativa (90.79%),
aspecto que la mayoría de los padres no realizan por temor a la pérdida
del amor y lealtad del hijo (55.13%). Esta situación deviene de la pérdida
del rol socioafectivo (66.67%), y de la desvalorización de su presencia
psicosocial ( 51.95%), perfiles perniciosos para el niño, dado que
por ser una autonomía en desarrollo, requiere la señalización de fronteras
para su sano desarrollo psicosocial, (que implica el equilibrio entre
las funciones normativas y nutritivas ejercidas por ambas figuras parentales).
Desde estas
conclusiones es posible observar que
como corolario de la instrumentalización del
rol socioafectivo y de la presencia psicosocial del padre, se produce
en ocasiones y también a largo plazo, una paternidad ingrávida, adversa
para preservar la interacción del núcleo emocional entre ambos.
Frente a este escenario, y otros, es posible sensibilizarse
para reflexionar respecto de:
¿Que le sucede a un niñito/niñita cuando escucha
el sonido del timbre que le indica que papá llegó a visitarle y/o a buscarle?
¿Qué se desencadena en lo interno de papá e hijo
que se han convertido al nuevo bautismo de visitador
-visitado, no obstante ser familia ?
¿Este momento tan esperado completa la cotidianeidad perdida?
¿Este espacio mínimo proporciona el tiempo suficiente
para esfumar la sensación de desamparo?
María
Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias
de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.
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