CICATRICES DE LA CUSTODIA MONOPARENTAL
(Abril, 2004)


Desde los Hijos

Las secuelas disociadoras de la custodia monoparental contribuyen a promocionar diversos espacios orientadas a desperfilar el rol psicoafectivo y la presencia psicosocial del padre, incita la ruptura del equilibrio paterno-filial (dado que en la mayoría de los casos no se le permite plasmar el ejercicio de las funciones nutritivas y normativas) y lesiona la matriz de familia disuelta.

La desigualdad de las figuras parentales en el contexto de la custodia monoparental, potencia la vinculación con el progenitor cohabitante, suscitando una amalgama de identidades, afinidades y encierro, derivado de la pérdida del apoyo psicosocial de uno de los progenitores y por ausencia o precaria comunicación emocional con la red de la familia de origen. Asimismo, dependiendo del carácter de la separación, el conflicto interparental en muchas ocasiones cristaliza un lenguaje cotidiano de discordia permanente con ribetes insanos, que deriva de la tipología interaccional de la pareja post-separación, cuando el tipo en comento se precisa como: asociados enfadados, enemigos feroces y pareja disuelta sin contacto.

A su vez, la ausencia paterna inhibe la identificación con el modelo sexual, circunstancia que no despliega el hijo de la paternidad no custodia que tiene acceso al padre, porque aún después de la separación los niños pueden internalizar modelos conductuales y vivenciales.

Incrementando las implicaciones de la carencia paternal, se percibe un disbalance entre las funciones nutritivas (contención desmedida) y normativas (inexistencia de fronteras). Este desequilibrio es pernicioso, porque el niño es una autonomía en desarrollo y requiere tanto la expresión del afecto como la señalización de límites para un desarrollo emocional sano.

El factor decidor que sella la gran pérdida, se enmarca en la ausencia contenedora del afecto paterno, porque el niño siente el descuido de una de sus representaciones medulares de apego, configurando un cuadro de estrés, ansiedad, baja auto estima, culpabilización e incluso depresión.

Por tanto, las heridas de la custodia monoparental, configuran el núcleo de las profundas cicatrices que portan padres e hijos de por vida.

¿Vale la pena enfermar a nuestros hijos?

M. Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.