Mis Queridos Hijos, es un libro colmado de afectividad paternal, porque
es un vuelo amoroso de pequeñas cartitas construidas desde el relato
cotidiano de papá Bernardo, para aprisionar el afecto y atesorar
el recuerdo de cara a la injusta ausencia de sus niños.
El libro es un testimonio fiel de la desesperanza vivenciada,
provocada por la vileza de ¡una falsa acusación de abuso
sexual¡
Bernardo ha sido estigmatizado con la crueldad de este
significado y el camino recorrido ha estado saturado de aflicciones. Habla
de tristeza, soledad, angustia e impotencia, porque como hombre la infamia
de la acusación no solo deshonró su identidad, su dignidad,
su familia, sino que como padre lo atacaron brutalmente con la monumental
pérdida de sus hijos.
El libro es una denuncia, de esta arbitraria denuncia que
brotó premeditadamente y que constituye una estrategia punitiva
y represiva, registrada no solo en nuestro país sino que en otros
entornos sociológicos. Esta maniobra alienadora se ha cimentado
como directriz dinámica en juicios de tuición y visitas
de naturaleza destructiva y conflictiva. Esta orientación a virtuales
imputaciones de abusos deshonestos conforma entre otros subsíndromes,
el contexto del Síndrome de Alienación Parental. Síndrome
reconocido en la comunidad científica y legal de Estados Unidos,
pero no en Chile.
¿Por qué esta práctica es propulsora
de la exclusión paterna?
Porque el objetivo es amputar las visitas con los niños
y evitar que el padre siga siendo una figura permanente en sus vidas.
Por eso, insiste sistemáticamente para impedir el contacto, siendo
el objetivo final la obstrucción del vínculo (cuando se
inducen realidades de extrema gravedad, como las acusaciones falsas de
abuso), estrategia que implica el "adiós papá".
Desde la narración de estas pequeñas misivas,
se desprenden diversos tipos de alienaciones que embistieron la naturaleza
paterna de Bernardo y su carácter desmedido precisa detallarlas.
La alienación parental fue accionada por su ex cónyuge,
quien escudada en la cercanía física de los niños,
los secuestró emocionalmente y a través de un proceso ideacional
reiterativo en el tiempo, los aleccionó para repetir una aseveración
inexistente y convencerlos de esta realidad. Esta es la labor de la "persuasión
coercitiva" que logró desacreditar su imagen como progenitor
no custodio.
No obstante el respeto y credibilidad que concedo a las
diversas disciplinas, es posible detectar, que el cuadro sintomático
de la alienación profesional, se encarnó en: la resolución
práctica ejercida por abogados en connivencia con la madre y se
reflejó en los psicólogos mencionados, quienes a través
de entrevistas persistentes en conjunto con líneas sugestivas,
giraron la experiencia relatada por la niña, abusando del frágil
sentido de su realidad infantil.
A su vez, la alienación judicial se ancló
en el Tribunal de Menores, instancia que recogió esta demoledora
maquinación, validando y reforzando el lineamiento y diagnósticos
evaluativos de organizaciones intervinientes como el (Cavas y Predif).
Todos estos expertos y ejecutores participantes, aceptaron
la veracidad de la artificiosa declaración de abuso, ignorando
y condenando anticipadamente al padre, eludiendo una intervención
sistémica en el patrón interaccional de esta familia rota,
con lo cual se decretó el alejamiento forzado de Bernardo.
Esta lesiva simbiosis profesional y los procedimientos
derivados del peritaje psicológico, instaló a la niña
en riesgo psicosocial, porque al fortalecer un abuso falso construyeron
uno verdadero, con efectos psicológicos potencialmente devastadores.
Esto indujo la pérdida de una figura central de apego (su padre)
y cercenó el espíritu de esta familia disuelta, que aún
sigue siendo una familia.
Todas estas acciones supresoras de la figura paterna, concentran
y expresan en un (96.50 %) la triste realidad chilena de muchísimos
padres no custodios que lidian vía tribunales, para preservar el
vínculo con sus niños. Esta insistencia personifica la realidad
cultural del nuevo padre, que exige ser una presencia continua en la vida
de sus hijos post-separación conyugal.
Desde mi percepción, el desacierto de algunos profesionales
de la salud mental, la rigidez jurídica y la falsedad de un ex
cónyuge, los personifica como deudores del contexto humano de la
familia de Bernardo, porque sus hijos han sido minimizados e instrumentalizados,
y al paralizar el núcleo emocional paterno-filial, simbolizan el
saldo pendiente que todos tienen con la paternidad ingrávida de
Bernardo.
Nosotros Padres por la Igualdad Parental, sentimos un profundo
respeto por Bernardo, (nuestro secretario y director) porque creemos en
su inocencia, y porque esta cruzada heroica que emprendió para
recuperar a sus queridos hijos, refleja cuán inquebrantable es
la pervivencia del vínculo afectivo.
Esta condición precisa nuestro lineamiento teórico
'el interés superior del niño' entendida como una responsabilidad
humana compartida, a través del modelo coparental. Esta modalidad
significa el ejercicio de una nueva dinámica relacional post-separación
conyugal, en consideración a que el hijo tiene el derecho a crecer
con la vinculación afectiva y la estabilidad psicosocial que le
suministran sus dos figuras parentales. "Papá y Mamá"
Desde la lectura final, el lenguaje de la frase ancla que
cito "ojalá, hijos, tenga fuerza para quererlos y para que
nuestra relación, algún día, exorcice lo ocurrido"
me cautivó por la intensidad del amor y es desde esa musicalidad,
que considero a este diario de cartas, como el libro de oro de esta paternidad
abusada, secuestrada y dolida, pero inmensamente generosa.
Los fallos legales pisotearon su sueño, pero, la
sentencia humana aplaude su valentía como persona y abraza el espíritu
del padre que anida en él y desde esta convicción plena,
sé que en algún momento del tiempo resonarán esas
palabras que tanto ansía escuchar: 'querido papá'.
M.
Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias
de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.
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