La investigación realizada y la experiencia clínica
me han permitido percibir, que la falsa denuncia de abuso sexual es engendrada
silenciosamente en la mente y accionada por la conducta alienadora de
algunos progenitores custodios y/o de parejas consensuadas. Esta es una
estrategia tirana destinada a distorsionar el significado de los dichos
y experiencias infantiles, amparada en la cercanía del contacto
con el niño y con el objetivo terminal de exiliar del corazón
de un hijo al progenitor no custodio, para ser habitado solamente por
una sola figura vincular.
Este tipo de denuncias, se propagan intencionalmente en
el proceso post-separación conyugal y lamentablemente se fomentan,
porque frente a esta confabulación que esclaviza a algunos padres,
co-existen interpretaciones imperfectas y fidedignas enlazadas con el
principio del interés superior del niño y que devienen desde
los distintos marcos de la alienación profesional.
El cuadro sintomático de la alienación profesional
se refleja en aquellos expertos orientados a la salud mental (psiquiatras,
psicólogos, psicopedagogos) que perseveran en errores conceptuales
y clínicos y se encarna en la resolución práctica
ejercida por abogados, cuando implica el uso indebido de buenos dispositivos
jurídicos, lo que a su vez, se traslada otros ejecutores participantes
(asistentes sociales) todos expertos y que en simbiosis, aceptan la veracidad
de la artificiosa declaración de las falsas denuncias de abuso
sexual.
Estos profesionales que interpretan de forma errónea
e imperfecta el interés superior del niño, proceden precipitadamente,
con escasa reflexión, potenciando el nefasto clima interaccional
de la familia disuelta. En este contexto, al ignorar al presunto acusado
lo condenan irremisiblemente a presidio moral, social, familiar y laboral,
al eludir una intervención sistémica entre sus miembros,
con lo cual, coadyuvan a la pérdida de una figura parental.
Afortunadamente, existen muchos especialistas de la psiquiatría
y psicología con una interpretación fidedigna. del interés
superior del niño, porque estos expertos mantienen prudencia profesional,
lo que significa evitar líneas inductivas para neutralizar el riesgo
de la sugestión. A su vez, poseen una comprensión profunda
respecto de los devastadores efectos del falso recuerdo de abuso sexual
en los niños, y conducen con criterio inteligente el frágil
sentido de la realidad infantil.
Es innegable la existencia del horrendo abuso sexual contra
los niños y el traumático recuerdo que persiste, dado que
se quebranta de por vida, no solo la inocencia de la niñez sino
la esencia de la persona. Este atentado debe ser implacablemente penado.
Al presente, el altivo semblante de la vileza plasmado
en la falsa denuncia de abuso sexual, es ya una aguda pandemia y requiere
ineludiblemente:
- La formación y actualización de los profesionales
de la salud mental, que trabajen como peritos a nivel de tribunales
de menores.
- Un debate social a través de los medios de comunicación,
en base a los problemas éticos emergentes y su vinculación
con la obstrucción del vínculo.
- Sentar jurisprudencia en esta temática, para
resguardar los derechos del niño en el lineamiento práctico
y no desde el concepto teórico, para preservar aquello que es
innegociable en la vida del hijo, la parentalización socioafectiva
del padre y de la madre.
Si como sociedad y familia no encaramos esta lúgubre
realidad, reflexionemos seriamente frente a estas preguntas:
¿qué tipo de persona se repatría
desde el abuso social?
¿qué tipo de hijo retorna del minado campo de la falsa
denuncia
M. Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias
de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.
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