ALIENACIÓN EN UNA FAMILIA ENSAMBLADA DISUELTA
(Agosto, 2004)


Como  en la mayoría de mis artículos  he seguido una directriz empeñada en la lucha coparental post-separación conyugal., supongo, que aquellas personas que los han leído han especulado que estoy inclinada hacia el hombre, pero no, mi campaña indiscutible se arraiga en la mira de la familia, sea esta intacta o disuelta

Desde la perspectiva del título, enfoco hacia  la perturbación de un ex cónyuge  (hombre) que cuando incorpora a sus hijos biológicos para atacar a su ex esposa,  desencadena una especie de holocausto socio jurídico y familiar, porque desemboca en un descomunal abuso emocional hacia la mujer  y a los hijos de ella.  Este es el caótico desafío que encara una  familia ensamblada disuelta.

Esta realidad se evidencia, cuando el hombre separado se apropia del control de la red social e utiliza la persuasión  anclada en su poder económico, amparándose en la alienación profesional (abogados amigos y/o parientes en el poder judicial), para  perseverar en juicios de larga data y de naturaleza diversa, con un objetivo irrefutable: infamar a la mujer a través de esta venganza a muerte. 

Este escenario no es imaginario, es auténtico  y se amplifica insistentemente, porque el descontrol propaga el deseo de controlar a la víctima, a quien despoja de sus bienes (en la utilización de su propia defensa jurídica) y la deja en la intemperie familiar, económica, emocional, social, legal y laboral. Este juego prepotente del poder masculino, configura un grave delito porque entrampa a esta  familia simultánea, a la vez, que es un atentado a  la dignidad de la mujer y una transgresión a su persona.

De cara a esta situación de facto, me pregunto si este tipo de hombre presume que es legítimo menospreciar la propia vida, creyendo que con este accionar se mancilla la vida del otro. Este proceder es un mecanismo vulgar, maquiavélico, e insano, que perturba las redes intrafamiliares e intergeneracionales de  ambas familias de origen y la cuenta de la vida, que duda cabe, será  mayúscula en el futuro.

Como padres y madres, no solo somos actores socializantes, tutores de la  afectividad, sino que  referentes valóricos. Y desde esta postura dinámica,el aprendizaje se integra de forma mimética  y en definitiva, cosecharemos lo que hemos sembramos.

El deterioro que provoca el padre al coludir a sus hijos en conspiraciones que pueden ser lucrativas para ellos,  me sopla  algunas preguntas respecto de la generación siguiente ' nuestros nietos' 

¿qué señales éticas estarán internalizando?

¿qué códigos conductuales considerarán correctos?

¿las redes, afectivas y sociales de y en una familia ensamblada disuelta  deben ser repudiadas ?

M. Guisella Steffen Cáceres
Licenciada en Familia y Magíster en Ciencias de la Educación,
con Mención en Orientación, Relaciones Humanas y Familia.