El tiempo
de la abuelidad se ha convertido para mí en un suceso tan
gozoso, que es casi como vivir la eternidad. NO, no es un exceso de
romanticismo, es que mi nieta se ha convertido en mi guatero del alma.
En muchas
ocasiones y en el escuchar a muchos abuelos y abuelas, me
resuenan esas voces que dicen " a los nietos se les quiere diferente
porque los abuelos no tenemos obligaciones concretas inmediatas, sino que
nuestra labor es solo entregar cariño, jugar, leer cuentos, llevarlos al
cine, a tomar helados, de vez en cuando cambiar pañales (...) etc ".
Ese sonido nos habla de no invadir el territorio delimitado para
papás y mamás y no instalarse en sus vidas.
Esta aseveración
es cristalina como el agua, por cuanto los referentes afectivos,
psicológicos y sociales son papá y mamá. Ellos son modelos
comunicacionales, sexuales, valóricos en la crianza, en el
aprendizaje y en la formación permanente, lo que implica
la dificultosa tarea de desempeñar sus compromisos parentales,
(amparar y lograr el desarrollo pleno de ese bebé desamparado, que
también en su tiempo histórico recorrerá las etapas que lo conducirán a la
abuelidad y a la ancianidad).
Frente a lo
anterior, yo no creo que solo nos bauticemos como eje de recompensas
infinitas, porque de verdad concibo, que el rol de la abuelidad
gira, y en este renovarse se es de alguna manera
nuevamente padre y madre. Es vivir prolongando el
maternaje y paternaje en los hijos de nuestros hijos. Por eso, frente a la
narrativa colectiva de que separemos aguas y seamos abuelos querendones,
percibo que desde este estado de la abuelidad, se produce un estado
soporífero del afecto, porque la abuelidad no es sinónimo de ancianidad.
Es cierto que la
abuelidad sorprende con enfermedades, cansancio, merma económica, por lo
que tiende a asociarse con la ancianidad, pero, también es cierto que
cualquiera sea la edad de los abuelos, el desarrollo personal
de los adultos (los dorados seniors) es casi tan necesario y
permanente como en la etapa de la medianidad de la vida.
Y en este
sentido, es
cierto que tenemos más tiempo, que podemos disfrutar más, podemos asistir
sin culpas a museos, conciertos, caminatas, cine, gozar de los amigos,
tomar clases de todo tipo, etc, pero, no olvidemos que
los que hoy somos abuelos somos una generación transicional,
que hemos ido empujando y cambiando rutas, para que no nos confundan
con la ancianidad que ya sería la cuarta y a veces quinta etapa del
ciclo evolutivo (tal vez en este momento podremos estar más deseosos
del descanso, porque la meta y el mandato se cumplió con creces).
Pero, estamos
viviendo tiempos diferentes a los de antaño, la familia se ha nuclearizado,
los espacios son ínfimos (hablo de la generalidad, por tanto, las redes de
apoyo son distantes), los cambios sociales son parte de la
vida, porque la globalización no sólo nos ha tocado en lo tecnológico,
sino que en lo cultural, y observamos que estas innovaciones no solo ha permeado el eje relacional pareja-familia sino que además, la
pirámide abuelidad-familia.
En el hoy,
nuestra participación es con empuje jovial, con
capacidad de acción y nos tomamos el tiempo del descanso para
retomar otra forma la vida, que también es reposar, pero con júbilo
porque seguimos siento parte del proceso de la vida como participantes y
protagonistas y no como entes pasivos.
Por eso, siento
que es importante que aquellos abuelos ausentes por haber sido
padres periféricos, disfruten la bendición de recuperar los lazos
perdidos a través de sus nietos. Asimismo, siento que es vital, para los
que somos abuelos presentes, que nuestros hijos nos den cabida
física, afectiva, temporal, porque somos la impronta histórica que
configuró la biografía del origen familiar . Sin nosotros, la
memoria cultural de la familia se pierde.
Declaro, que los
abuelos somos los magos emocionales de historia viva y
archiveros de la eterna abuelidad vivida, por tanto, somos
merecedores de este nuevo proceso que nos permite cultivar la
paternidad y maternidad placentera que nos legan nuestros hijos.
María Guisella Steffen Cáceres
Magister en Ciencias de la
Educación con Mención en Relaciones Humanas y Familia y Licenciada en
Familia
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